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¿Estrés o angustia?

estrésHay palabras, como “estrés” que a fuerza de repetirlas parecen perder su verdadero significado. Su sentido desaparece o lo evoca lejanamente. Son palabras que tienen poca resonancia, que no dicen mucho o que no dicen nada en absoluto.

Una de estas palabras un tanto huecas es estrés. Es una palabra que nos hemos apropiado sólo a medias, ya que no hemos terminado de hacerla del todo nuestra.

Estrés hace referencia a un estado de tensión excesiva. Este estado es experimentado cuando los acontecimientos rebasan nuestra capacidad para enfrentarlos. Una persona estresada se siente abrumada e incapaz de responder adecuadamente, su capacidad para afrontar la realidad ha sido superada.

Habría que preguntarse si esta palabra la utilizamos en lugar de otra menos cómoda y más inquietante: angustia. La palabra “angustia” es incómoda, solo decirla nos pone en contacto con esa emoción, la más desagradable, por cierto, de todo el espectro emocional humano. Las personas hacen todo tipo de cosas con tal de evitarla o posponerla. Cualquier rodeo que nos permita mantenernos en la periferia de tan desagradable emoción es siempre bienvenido.

Sería interesante detenerse a pensar si el uso de palabras que nos son algo ajenas no buscaría acallar más que decir. Además es una palabra que abarca tanto que termina por abarcar muy poco.

El uso cotidiano que le damos lo demuestra. Usualmente ambos interlocutores, él que la pronuncia y él que la escucha, se vuelven cómplices fingiendo entender algo que quizás no entiendan del todo. La frase “estoy estresado” no despierta en el otro ninguna interrogante o en caso de despertarla el estresado siempre puede contestar con cualquier trivialidad.

Sin embargo, algo muy diferente ocurre cuando alguien le comunica a otra persona de está angustiado. Muy probablemente el que ocupa el lugar de interlocutor sentirá que debe decir algo que aluda a la angustia del otro, sentirá que es imperioso ahondar en las causas de esa angustia y entonces le preguntará qué es lo que lo inquieta.

Es muy revelador y liberador para el paciente llamar a las cosas por su nombre a pesar de que algunas revelaciones puedan resultarle inquietantes. Por eso la labor de un psicoterapeuta o un psicoanalista es la guiar al paciente hacia el descubrimiento de su verdad y por eso velará para que lo trivial no ocupe el lugar de lo esencial.

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