Sin embargo, estas personas merecen que les dediquemos un espacio de reflexión. Un animal de compañía para alguien que no tiene hogar, ni familia, ni amigos debe significar muchísimo, tanto que la medida se ha tomado ya que aquellos que tienen mascotas, prefieren renunciar al alojamiento para no abandonarlas, a pesar de las bajas temperaturas del invierno.
La capacidad para cuidar y proteger a un animal que tienen estas personas, a las que no solemos prestar atención, nos habla de su gran sensibilidad y también se su inmensa soledad. Desde un punto de vista psicológico, el perro que acompaña al sin techo hace las veces de ese otro sin el cual se sentiría una soledad imposible de soportar. Los psicólogos, los psicoterapeutas y los psicoanalistas lo saben: desde el nacimiento estamos irremediablemente ligados al otro, somos seres sociales desde el inicio mismo de la vida y por eso la soledad abismal no es compatible con la vida.
Los sin techo, los niños, los psicóticos, los ancianos, los incapacitados, son los que ponen a prueba la fuerza del tejido social con que están construida una sociedad. Un sociedad con responsabilidad social DEBE velar por todas las personas que están o corren el riesgo de estar fuera de su entramado, es decir, DEBE proteger a todos aquellos en riesgo de exclusión.
Qué gran ejemplo de humanidad nos enseñan los sin techo…claro, siempre y cuando mantengamos abiertos los ojos para verlo.