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El impacto psicológico del desempleo

 El gobierno español ha augurado más desempleo. Es evidente que más paro no permitirá que España salga de la crisis con la rapidez que necesitan sus ciudadanos. El desempleo tiene una consecuencia evidente para la persona en paro: debe padecer privaciones materiales de toda índole. Sin embargo, además de las falta de dinero, la crisis y el desempleo tienen efectos psicológicos en la mente de los parados. Estos efectos se extienden a otros grupos, como por ejemplo a aquellos que podríamos llamar subdesempleados y a aquellos otros que teniendo trabajo temen perderlo y pasar así a engrosar las filas de parados.

Surge entonces la pregunta: ¿Qué efectos psicológicos tiene la crisis económica en la psique de las personas? Que se produzcan efectos de índole psicológica es incuestionable ya que aquellos que trabajamos brindando asistencia psicológica presenciamos como ha aumentado vertiginosamente la cantidad de pacientes que consultan por preocupaciones relacionadas con su vida laboral.

Examinar los efectos psicológicos positivos del trabajo nos permitirá entender con más claridad las repercusiones negativas del desempleo. El trabajo vincula al individuo a su entorno social otorgándole un sentimiento de pertenencia social y ofreciéndole un amplio abanico de contactos sociales. No extraña entonces que alguien desempleado se sienta al margen de la sociedad y que ese sentimiento de estar excluido del entramado social le produzca intensos sentimientos de soledad.

El desempleado está además atravesado por una paradoja difícil de resolver: si bien el desempleo es un problema generado por políticas de gobiernos erróneas que ponen en peligro a la sociedad en su conjunto, no es sobre el gobierno sobre quien recae el mayor peso a la hora de encontrar una solución sino sobre el individuo. La persona se ve inmersa en un problema que no ha generado pero que debe solucionar sin contar con políticas colectivas o contando con algunas poco eficaces. El sentimiento de desprotección social es frecuente en personas en paro y todo indica que irá en aumento ya que las políticas gubernamentales para generar puestos de trabajo son, por los momentos, muy ineficaces.

El trabajo le imprime un orden y ritmo a la cotidianidad de las personas. La vida queda organizada alrededor del horario laboral. No es infrecuente que alguien desempleado pierda el sentido del tiempo y se sienta, a pesar de tener mucho tiempo libre, desorientado, desorganizado e incapaz de encontrar estrategias eficaces para la búsqueda de empleo.

El trabajo orienta al individuo hacia la persecución de metas que servirán de coordenadas para guiar sus acciones. Es fácil imaginar las consecuencias que puede tener para un individuo la pérdida de un proyecto que organice su vida a largo plazo. La perdida de metas suele estar acompañada de un fuerte sentimiento de desesperanza, la cual, si se experimenta por un prolongado período de tiempo, puede hacer que el individuo deje de activamente buscar empleo, se desaliente y resigne. No es raro que uno de los síntomas que con frecuencia experimentan los desempleados sea la depresión.

Si el tiempo que la persona está en paro se extiende largamente puede producirse niveles de angustia que sobrepasan la capacidad del individuo para calmarla. En muchos de estos casos, los excesivos niveles de tensión psicológica pueden producir respuestas psicosomáticas, que en caso de aparecer son indicadores de alarma que deben ser atendidos con celeridad. Un cuerpo que reacciona enfermándose ante un estrés intenso es una señal de que las capacidades psicológicas para enfrentar el estrés han sido excedidas.

No todas las personas enfrentan el paro de igual manera, todo dependerá de una multitud de factores, de la configuración anímica que haya caracterizado a la persona hasta ese momento y de los recursos individuales y sociales de los que disponga la misma, entre otros. Es indispensable que la persona en paro no se desanime sino que por el contrario busque la ayuda de familiares, amigos, grupos de apoyo, talleres de inserción laboral y profesionales experimentados tales como psicólogos, psicoterapeutas o psicoanalistas.

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